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Curiosidades

El Cid Campeador en Arguedas

Algunos historiadores sitúan a la figura del Cid Campeador, Don Rodrigo Díaz de Vivar, en la batalla que se libró cerca de Murillo de Limas, poco después de la conquista de Arguedas su castillo en 1084 por Sancho Ramírez a los moros. Batalla contra las tropas islámicas que desde Zaragoza y Tudela, intentaron recuperar tan importante plaza perdida.

Embarazada en las cárceles de Arguedas en 1307

Cuentan las crónicas que 1307 se encontraba encerrada en los calabozos de Arguedas por Ladrona, Elvira de Castro, quien estaba embarazada de cinco meses de gestación.

Permaneció encerrada por espacio de cuatro meses hasta que dio a luz, y pasado el parto, fue ahogada en el río. En caso como éste se solicitaba nodriza al niño a expensas del rey.

Sanchicorrota, un bandido en las Bardenas Reales

A mediados del siglo XV, cuando Navarra se debatía en una guerra entre agramonteses y beaumonteses, Sancho Rota, apodado sanchichorota, y unos 30 hombres más se adueñó a través del terror de la Bardenas. Este grupo a caballo realizó saqueos, secuestros y rapiñas en todo el territorio y pueblo limítrofes.

La situación debió hacerse insostenible, pues en 1452, Juan II, realizó una batida con más de 200 caballos, que cercaron al bandido y su cuadrilla. El jefe se suicidó con un puñal, antes de entregarse. El cadáver fue llevado a Tudela y colgado en una horca.

Sacerdote indecente, en 1613

En los archivos eclesiáticos se pueden encontrar numerosos ejemplos de procesos contra sacerdotes acusados de jugar a la pelota.

Isidro Ursúa, en su «anecdotario pelotazale del siglo XVIII», cuenta cómo en 1613, el fiscal del obispado de Pamplona se querelló criminalmente contra Don Miguel del Busto, beneficiario de Arguedas, el cual, contraviniendo las constituciones sinodales «tiene por oficio y costumbre jugar públicamente en las calles y plazas de la dicha villa a la pelota, alzada la sotana con mucha indecencia…».

La Caramba, una bruja a principios del siglo XX

Según cuenta José María Iribarren, a comienzos del siglo XX, vivía en Arguedas una vieja a la que todos consideraban bruja: «la Caramba». Contemporáneo a ésta, había otro arguedano previsiblemente también brujo: «el Ostión».

Ambos con sus dichos, crearon en el pueblo tal clima de psicosis, que no había valiente en ciertas noches, se atreviera a ir al Soto o dar vuelta al cementerio.